Puedo pensar en muchas cosas, desde las más raras hasta las
más decentes. Todas tienen el mismo tono: tu risa de cascada.
Representaríamos tragedias cada tercer día. Comedias a
diario. Alguna novela histórica de vez en cuando y las escenas griegas para
ocasiones especiales. Alentaría la risa para tus labios, siempre, todos los
días. Volvería una y mil veces a viajar contigo bajo un paraguas mientras los
demás rodean, con asombradas miradas, a un par de bobos felices.
Te escapaste del tiempo aún con el esfuerzo desmedido que
con todas mis fuerzas, forzando a cada noche a que nunca día, intenté -debes
creerme: hasta las lágrimas-, con todas las fuerzas de mi corazón, de mi mente
y mi cuerpo -yunque inmóvil tu silueta- hasta que inútil fue la fuerza y la palabra
y la travesía.
Pero me lo regresas a ratos. A fragmentos desmedidos, más
grandes que mis fuerzas todas, enteras. Más limpio, más estrella cada día. A
través del camino que no se detiene nunca, te tiendo la mano. El mundo es más
fresco cuando la tomas. El mundo es más fácil. Se diluye.
En fragmentos informes te dejo mis palabras. Únelas a
capricho, rómpelas. Regrésalas a mí santificadas.
(Si alguien más hubiera disfrutado la risa alegre del
Principito, confundiría la tuya, como yo cuando miro las estrellas)