No temo yo, mi cuerpo teme
vibrar ajeno a ti que te estremeces
al tacto de mi piel, bajo mis ojos.
No temo yo, teme mi sangre
hallarse envuelta en brazos insolentes
que aíslen este vértigo de verte.
Y es el temor, amor, de que te escondas
en otros cuerpos que revuelquen tu cadáver,
en pieles que en su tacto te evaporen,
en venas que te arrastren y te ahoguen.
Temor de verte ajena y lejos, invisible;
sin tiempo, oscura, infértil, invisible.
Sin mí, que temo ya no verte, amor,
no verte.
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