Lo primero que dijiste al verme fue que eras penteísta, que Dios vivía en todas partes y en todo lo que hacías: comer, caminar, hacer el amor.
Yo, que quería encontrar a Dios seguí tu ejemplo: comíamos, caminabamos y hacíamos el amor.
Y ahora que Dios está conmigo en cada cosa que hago, le pido que no se vaya, no sea que quien ahora camina, come y te hace el amor, lo encuentre y que Dios, como tú, también me abandone.
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