Qué sol asola y consume mis sentidos,
qué sol ciega y niega mirar hacia otros
soles,
qué sol en su fulgor fulmina y hiere
y entra y desata y convulsiona.
Qué luz tan clara que devuelve
la faz del rostro que la mira,
qué otros cuerpos ocultos ilumina
y en esa luz qué montes, qué tierras,
resucita.
En ese sol mi sangre hierve,
mi piel, mi cuerpo entero, en llamas,
encendidos,
y envuelto entre las brasas de sus brazos
ardiendo muero, ardiendo vivo.
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