Cada minuto un alma pierde
el cuerpo inerme, que fue siempre,
como una herida en un costado,
un alma sola, informe, intacta.
Con cada letra en cada boca
silencia el día que fue tarde,
que despertó y que fue tarde,
y que fue tarde y nada entonces.
Hilera inmensa de posibles
ensoñaciones turbias, decadentes,
donde pastó la ilusa fantasía
horas de lejana muerte.
Entonces una larga melodía
prensa el deseo inocuo, vago.
Y en la mustia mirada de tu sombra
se desvanece el verso que te llama.
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