Había una vez un sueño que nadie quería soñar. Todos los días se sentaba a la orilla de la noche a esperar que alguien se apiadara de su condición de no soñado. Pero todos pasaban de largo, como si no existiera. Transcurrieron muchas noches, se volvió viejo y le creció una barba larga larga que apoyaba en las estrellas. Un día un niño lo miró. El sueño acicaló su barba emocionado y bajó de su silla de luna. El acuerdo se dio en un instante. Antes del anochecer afinó su voz y ensayó su escena.
Al siguiente día un pequeñito corría sobre un río de plata, entre árboles de estrellas, con un sueño infinito.
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