Un solo momento de quietud, inmóvil
el cuerpo reposando, sin memoria
de otro tiempo, oculto al mundo
visible, vencido, entre tus manos.
Aliento: más ánima que cuerpo.
Rendido, exánime sobre las sábanas,
herido en el oleaje de tus besos.
¡Qué yo regresas al mundo de los vivos,
qué forma tan etérea de mí mismo!
Y nada queda más, (queda el silencio),
y en esa soledad, como un capullo,
crisálida de abrazos me refugias.
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