Tuesday, January 31, 2006
Thursday, January 26, 2006
Soneto
mientras busco, implorando nunca hallarte,
-y las letras te miran (pude amarte)-
la caricia que esfume este desierto.
Pero es vano el intento. Nada es cierto,
ni la muerte, esa piel que en otra parte
de mi piel amó la tuya. Y el arte
del amor que profesas es incierto.
Y cada vez que encuentro tu figura,
en la cama, en las sábanas, me embiste
aquel dulce sabor de tu hendidura
y crece en mí el desierto que me diste:
esta ausencia incesante que devora
mi piel, a cada instante, a cada hora.
Friday, January 20, 2006
Distancia
ST
Por eso odio este azul tan puro que escupo cada vez que te recuerdo.
Wednesday, January 18, 2006
Temo no poder gritar por las calles, con loco frenesí, que todo esto, la mesa, el piso, tu cuerpo o tu silencio son parte de mí que no conozco.
Me da pena reír porque hay quienes se mueren de letras, apenas recordadas por la tierra que los cubre.
Me da miedo mirarte y no tener otra certeza que saber que llegará la noche y cerrarás los ojos y roncarás tan plácidamente abrazada de sueños en los que no aparezco, miedo de verte dormida suspirando a pierna suelta, tan tú, tan voluptuosa, tan infantil, tan cansada, tan respirando sin mi, me da miedo.
De nuevo alguien hiere mi pecho y no le importan mis lágrimas.
Alguien debe saberlo, pero no tú. Porque tú duermes tan profundamente que no oyes que caigo sin saber de dónde asirme si te miro dormir porque no sabes.
Alguien debe escucharlo todo, alguien debe mirar cuando es de noche.
Alguien debe señalar la luna mientras está despierto, temeroso de que caiga la noche y no despiertes.
Tuesday, January 17, 2006
Desapariciones
Notas sobre poesía I
Thursday, January 12, 2006
Wednesday, January 11, 2006
En cualuier lugar, no
Debería estar todo en silencio, pero no, hay una romería. Debería sentirme solo, sin nadie a mi alrededor, pero me siento invadido. Unas carcajadas me desconcentran y no hay manera de prestar atención a esto por mucho tiempo. Así que pienso: me voy a mover, en dos minutos más me voy de aquí. Hace cinco minutos de eso y aquí sigo. Alguien se sienta junto a mí y me incomoda, que se busque otro lugar, otra silla. Pero se nota pensativa y triste, así que le sonrío suavemente. Hace frío, entra aire por las ventilas y hace frío. Afuera juegan y se comportan como si este lugar no fuera serio. Allá arriba gritan de nuevo. No me concentro, no puedo, que se callen, según leo es tiempo de luto. No debería quedarme aquí, debería levantarme, comer algo, estirar las piernas. No pensar. Miro el reloj, de nuevo pongo límites, de nuevo los rompo. El silencio es imposible, cuando logran callarse alguien respira, otro carraspea, otro bosteza. Para romper el tedio que se me impone, enciendo la música de mi computadora personal, apenas la oigo yo, pero logra opacar los ruidos de más allá. No sé si quiero irme, sólo quiero acabar con esto, y luego quedarme sentado, sin hacer nada, sin escuchar a nadie, hasta que todos se vayan, para que nadie me moleste mientras hago nada, y decir “en dos minutos me voy” y poder irme. Eso es lo que quiero hacer, levantarme en dos minutos e irme, porque nadie respeta el “Favor de guardar silencio” de esta biblioteca mientras leo Dos bodas y un funeral.
Tuesday, January 10, 2006
Los mexicanos, en ocasiones, somos excesivamente corteses.
Verbigracia: cuando alguien viaja en camión y quiere bajar y alguien está estorbando la bajada le dice: “disculpe, buenas tardes, sería tan amable, por favor, de darme permiso de bajar. Gracias, Dios se lo pague”.
Cuando en realidad deberíamos decir, sin ser descorteses: “Quítese que estorba, por favor”.
Hacia el norte dirijo mis labios
abriendo el camino que forman tus montes
que un dios ufano levantó para perderme.
Surco las cuencas encorvadas,
curvas nacientes de riveras,
sediento de labios y de aromas.
Al este dirijo mi impaciencia
y encuentro un laberinto abandonado
y habito entre sus muros desvalido.
Al oeste camino y otros pueblos
con calles retorcidas, desveladas,
transtornan mi mente y mis recuerdos.
Mas ¡ay! hay un camino que deseo
que allá en el sur descansa como un lago
apacible, que crece en feroz ola.
Es bosque y es llanura y es estepa
y es selva y es silencio y es tortura.
Huida
Me hubieras dejado tu nalga.
Jean Baptista de la Coruña dibujó metódicamente todos los días su autorretrato. Con el tiempo, joven soberbio, seguro de su imborrable memoria y complacido por la exquisitez con que su mano lo retrataba, dejó de mirar su rostro y confió ciegamente en su habilidad de pintor. Murió a los 99 años de edad con su piel aún tersa y joven.
Querido Beto:
Si puedes leer esta carta sabrás que ya estoy harta de ti, que haber probado tantas veces tu amor le ha quitado todo sabor a tus manos, a tu boca, a tu piel. Sin embargo nunca olvidaré esas tardes deliciosas a tu lado, esas suculentas noches, esos dulces momentos que me diste. Pero todo eso se termina hoy, mi querido Beto, has dejado de ser ese hombre que tan pacientemente me complacía. No es que ya no me gustes, me gustas mucho, siempre me gustaste, pero mírate, Beto, mírate ya nada en ti es digerible.
Siempre tuya
Alicia