El pintor
Jean Baptista de la Coruña dibujó metódicamente todos los días su autorretrato. Con el tiempo, joven soberbio, seguro de su imborrable memoria y complacido por la exquisitez con que su mano lo retrataba, dejó de mirar su rostro y confió ciegamente en su habilidad de pintor. Murió a los 99 años de edad con su piel aún tersa y joven.
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