Cuando estaba en sexto año de la primaria los pósters de los artistas favoritos eran una moda y se vendían por decenas en la acera de la primaria en la que iba. En ese entonces solamente me daba el lujo de mirar los pósters y de vez en vez me compraba uno que otro de las chivas o de los pumas, cuya afición heredé de mi padre. Las imágenes de Luis Miguel, Pablito Ruiz, los Hombres G son las que más recuerdo, las dos primeras porque mis compañeras de sexto año no dejaban de suspirar y gritar exasperadas por tales mozos, y a los últimos porque pronto se volverían mi grupo favorito y sus canciones me acompañarían hasta el día de hoy.
Recuerdo en particular la voz infantil y femenina de Pablito Ruiz cantando Cachetada y Oh mamá, ella me ha besado, que tanto se escuchaba en la estación de radio que todo cuasiadolescente que se preciara de conocer de música escuchaba para estar al tanto de los éxitos del momento, Stereo 97.7 y su lista de las 10 mejores canciones del momento. Estas canciones las escuchaba mientras Julieta me acosaba y me pedía, nunca entendí si en serio o en tono de broma, que fuera su novio, o algo por el estilo. Yo era un total ignorante y un lelo en eso de los trances del amor y ver que una mujer se abalanzaba sobre mí hasta acorralarme en la pared, diciendo que quería un hijo mío o un caldo, me atemorizaba sobremanera. Pero después de medio año de huir de Julieta un día el valor me invadió, y decidí que si ella quería estar conmigo quién era yo para impedirlo y que en el recreo le pediría que fuera mi novia.
Todo quedó planeado una noche antes. Preparé mi discurso, engolé la voz, ensayé mi postura. Al día siguiente le dije que en el recreo quería hablar con ella, y ella, anticipando el evento, se emocionó tanto que me sentí Pablito Ruiz. Claro que entonces todo el ensayo y valor del día anterior desapareció repentinamente y ya en el recreo decidí que era mejor jugar un rato Policías y ladrones y después hacer lo que me había planteado hacer. Pero Julieta era una mujer decidida y sabía que yo era un niño miedoso, y tomó la iniciativa (que ya se me había escapado) y mientras jugaba se plantó enfrente de mi y me exigió que le dijera lo que le había prometido. Mis manos comenzaron a sudar y mis piernas casi pierden el equilibrio, el discurso preparado el día anterior se me olvidó por completo y lo único que atiné a decir fue "¿novios?", mientras con mi mano la señalaba a ella y a mi alternadamente. Ella dijo que sí y, como era natural, seguí jugando policías y ladrones.
Cuando el recreo terminó y nos formamos ella le conectaba a sus amigas que ya éramos novios y todas se emocionaban tanto que me volví a sentir Pablito Ruiz.
A pocos días de este gran suceso, Julieta perdió interés en mí y comenzó a sentirse atraída por Raúl y yo comencé a sentir celos.Y como ni entendía a Julieta ni sabía que hacían los novios, el noviazgo comenzó a diluirse y, sin que nadie dijera nada sobre romper o cortar, el enlace se rompió, yo dejé de sentir y ella dejó de acosarme. A ella nunca le di un beso, ni en la mejilla.
Aparte de los celos, poco cambió. Yo seguí jugando policías y ladrones en el recreo, pero las canciones de Pablito Ruiz tenían otro matiz y cuando las tardes se nublaban anunciando lluvia, la letra de la canción cobraba cierto sentido. Con el tiempo aprendería que hay más y mejores maneras de decir las cosas, pero en ese momento lo que escuchaba se había vuelto una sensación conocida: cada caricia que daba Julieta a otro, me mataba.
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